6.11.08

ESTABULACIÓN LIBRE

A Manu por darme el material y a Suso por los enemigos comunes.


Estabulación libre. Relato corto o capitulo primero.


Mi compañero One Emba y yo, llevábamos más de una semana trabajando a destajo en aquella granja. Teníamos las manos destrozadas y nos pasábamos gran parte de la jornada a la intemperie. Las mañanas eran frías y lluviosas, los guantes de goma corporativos en seguida se empapaban haciendo imposible las operaciones, y al quitárnoslos el contacto de la piel con las piezas metálicas nos abría brechas de las que ni siquiera nos percatábamos por tenerlas completamente embotadas. A veces nos acercábamos a los establos y metíamos las manos entre los pliegues de los cuartos traseros de vacas, casi en la ubres, para recuperar la sensibilidad y poder echar un cigarrillo en honor de Ordeñadoras Electricas s.a.. Cada noche nos tumbábamos en el catre de la pensión deseando que por fin, alguno de esos apocalípticos acertase de una puta vez y aquél fuera el último día de la humanidad sobre la tierra.
Mi compañero One Emba fumaba mucho más que yo. Era un negro enorme y con cara de pocos amigos que había llegado de Costa de Marfil tan sólo hacía un año y ya se tiraba a la hija del dueño de la empresa.

- Los hombres no debería trabajar para las vacas. Me decía fumando apoyado en un portalón metálico que rezaba “ESTABULACIÓN LIBRE”.


Estábamos allí para instalar un sistema de ordeño automático que reduciría costos, ganaría tiempo, optimizaría los recursos y sobre todo, esto era un daño colateral, permitiría a algún hijo de puta echar a la calle a pudrirse a un par de anónimos padres de familia. Ese era nuestro trabajo y lo hacíamos muy bien.
Por culpa de que algún traga sables de Ordeñadoras Electricas s.a. había firmado con la vaquería un contrato imposible de cumplir, One Emba y yo nos deslomábamos en vano para salvar el prestigio de la empresa a cambio de una salario irrisorio. Los cuatro primeros días no pudimos parar ni a comer, el encargado de aquella explotación ganadera nos ataba tan en corto que se diría que fuéramos también parte del ganado. Luego, cuando comprendió que por mucho que nos presionara jamás conseguiríamos acabar el trabajo a tiempo, se compadeció de nosotros y condescendiente nos mandó a tomar por culo. Cosa que le agradecimos infinitamente.

Una tarde mientras trabajaba en uno de los extremos del establo instalando la canaleta por la que luego pasaría los cables eléctricos, una de las vacas, un ejemplar que fácilmente pasaría de la media tonelada, se me fue echando encima como si quisiera aplastarme contra la pared. Al principio bastaba con unas palmadas para que se retirase dejándome de nuevo espacio para seguir trabajando, pero a medida que ella iba cogiendo confianza la situación se complicaba más para mí. Pronto no bastaron las palmadas y tuve que pasar a los gritos. Pero a aquella cabrona parecía no impresionarle nada todo lo que yo despotricaba con la llave inglesa en la mano. Se me abalanzaba sin ni siquiera mirarme, con un absoluto desprecio más propio de una persona que de un cuadrúpedo. Me arrojaba el culo encima pivotando sobre las patas delanteras con la intención de humillarme contra la pared. En una de esas embestidas tuve que refugiarme en el vértice de la habitación para evitar morir por aplastamiento vacuno, era demasiado. Era mucho más de lo que estaba dispuesto a soportar. Era absolutamente intolerable. Yo había nacido en un barrio obrero, había sobrevivido a las calles, a un padre alcohólico y a un colegio público sin que nadie me hubiera puesto nunca una mano encima y no estaba dispuesto a morir en la esquina de un establo.
Aproveché una de las ocasiones en que ella retrocedía para volver a impulsarse como un ariete contra la pared, para coger a modo de espada un trozo de canaleta de alrededor de 1 metro y se la estampé en la cara a aquella zorra. No fue un golpe fuerte, porque al estar arrinconado contra la esquina no pude extender el brazo demasiado y además mi intención no era herir a la vaca sino conseguir que me dejara volver al centro del ring, pero fue un golpe de esos que suelen llamar desafortunados. Al momento comenzó a brotar sangre de la cara del bicho como si fuese un aspersor de jardín, el animal sacudía la cabeza y bramaba desesperado de dolor manchando toda la pared, blanca inmaculada, de sangre.

-¡ Joder , joder! ¡One one, ayúdame joder!- gritaba sin saber qué coño hacer en una situación así. El manual corporativo de Ordeñadoras Electricas s.a. no contemplaba éste tipo de supuestos.

Unos segundos después el bicho se tranquilizó repentinamente como si el dolor se le hubiera esfumado de golpe y yo me acerqué para intentar taponar el surtidor con un kleenex . Cuando estaba a punto de poner mi mano sobre la herida ésta estalló en un chorro a presión que lo inundó todo de un color rojo intenso. La vaca volvió a sacudirse y bramar, me miraba como si yo fuera un asesino, intenté taponarle la herida pero resbalé en aquella orgía de sangre vacuna y caí al suelo. Desde allí contemple una escena horrible, aquel establo se había convertido en la sala de despiece de un matadero y yo estaba totalmente empapado del crimen.

-¡ Eh tío que tú pasar qué hacer vaca eh tío¡.
- ¡No lo sé joder debo haberle roto una puta artería!.
- Yo llamar a doctor.

One salió cagando hostias creyendo que la vaca me había corneado y que toda aquella sangre era mía. La bestia volvió a tranquilizarse y yo, recostado en la pared, recordé las palabras de Ismael tras la batalla:

“El drama ha terminado. ¿Por qué alguien aquí da un paso adelante?.
Porque hubo uno que sobrevivió al naufragio”.

One Emba regresó al poco con el capataz y el veterinario de la granja, los tres traían en el rostro un gesto de horror. El veterinario fue el primero en comprender lo que estaba ocurriendo, se acercó a la vaca y diligente, taponó la herida de la que para entonces no brotaba más que una gotera espesa que se escurría por el morro del animal hasta el suelo.
El capataz me fulminó con su mirada
-¿ Por fortuna ésta sangre no será tuya verdad?
- Tuve que defenderme, – fue todo lo que alcancé a decir.

Ya os lo he dicho pero podéis creerlo, por la noche nos tumbábamos en el catre de la pensión deseando que por fin, alguno de esos apocalípticos acertase de una puta vez y aquél fuera el último día de la humanidad sobre la tierra.

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Al día siguiente era sábado y como cada mañana el primer acto consciente del día suele ser ponerme los calcetines. Luego fuí al water eché una meada y regresé al dormitorio para acabar de vestirme. Jamás me ducho por la mañana. No me gusta el agua tempranera. Supongo que dentro de algunos años lo primero que haré al despertar será ponerme los dientes, pero eso ya os lo contaré a su debido tiempo.
Mientras One se duchaba me asomé a la ventana de la pensión y lo que vi, después de haberme pasado hasta casi la una de la mañana fregando la pared y el suelo del establo, me pareció resplandeciente como el escaparate de una confitería. Aunque hacía mucho frío el cielo era una tarta espesa de tonos naranjas y ocres, había una fina capa de azúcar glasé sobre la hierba y todo parecía recién comprado. El combate del día anterior era sólo un mal recuerdo y no parecía que fuese a tener consecuencias negativas. Las cosas se habían solucionado con un par de llamadas telefónicas entre el dueño de la vaquería y mi jefe, y con unos cuantos puntos de sutura en la cara de la vaca.
Después de desayunar recogimos los bártulos, cargamos la furgoneta y pusimos rumbo a un fin de semana con nuestras chicas:

- Ella tiene nombre Lourdes.
- Ella, ¿quién?.
- La vaca.
- Como mi madre, también se llamaba Lourdes. Y la tuya Embo ¿cómo se llama tú madre?.
- Yaba. Ella producir 50 litros leche al día.
- ¿Tu madre produce 50 litros de leche al día?, ¡joder tío daría de comer a toda la aldea! ¿o qué?…-me miró con su clásica cara de pocos amigos. Era un hombre
con muy poco sentido del humor, aunque extraordinariamente inteligente. Lo que contradice la máxima de que una cosa va ligada a la otra. Su cara parecía esculpida a cincel, angulosa e inexpresiva pero al mismo tiempo era una cara agradable.
- Ganar muchos concursos.
- Ya. Bueno supongo que ahora tal vez no dé tanta leche durante una temporada. Ya sabes el estrés afecta de un montón de maneras distintas no sé…Los animales son delicados, ¿ quién sabe? .
- Ella no estresada.
- ¿ A no?.
- Ella no.
- ¡Es una vaca joder¡ ¿qué sabes tú de vacas?. No tienes ni puta idea de vacas Emba, tú no puedes saber si le afectará el estrés o no joder.
- Ella es campeona.
- Emba, eres un buen tipo, pero a veces me tocas las pelotas demasiado.
- Nosotros muchos días estar trabajando juntos. Después encendió un cigarrillo,
abrió un poco la ventanilla de la furgoneta y me obsequió con una enorme bocanada de humo africano.
Cruzábamos por una comarca repleta de pastos poblados de ganado a ambos lados de la carretera, a penas había árboles tan sólo una especie de setos que hacían de divisorias entre las distintas propiedades. Lo único que rompía un poco la monotonía del horizonte eran las colinas y las gasolineras aunque incluso estas, a medida que pasaban los kilómetros, acababan siendo una reiteración más del paisaje. De manera que uno terminaba con la sensación de estar siempre en el mismo lugar.
En un momento dado Emba me pidió que parará en una de esas gasolineras porque necesitaba echar una cagada. Aparqué justo al lado de un camión blindado de esos que se dedican a recoger la recaudación de los bancos.
- Fíjate bien – le dije a Emba señalando el camión. ¿ Sabes lo que es esto?.
- Camión dinero.
- No Emba no, esto es un puto milagro. Cada mes este camión pasea por aquí con las puertas abiertas y todos los palurdos de la zona lo llenan con sus ahorros. Luego el conductor, un tipo mal remunerado, lo lleva a la cueva de Ali Baba y allí un genio moderno convierte cada billete de 10 en un billete de 100. ¡Es acojonante!. Pero lo realmente prodigioso es ¡que los palurdos pagan al genio para que haga pasar su camión por delante de las puertas de sus hogares a llevarse su dinero!. Por supuesto sólo les devuelve 90 céntimos por cada euro claro. Por algo es Dios desde hace siglos.
- Tú ser palurdo,- me dijo, y se fue apretando las cachas.

Me senté en la barra a esperar y se me dio por pensar que, tal y como lo acababa de explicar, el mundo era un coto privado de caza. Observé a los parroquianos imbuidos en sus asuntos, cabizbajos, ancianos ya y sin ninguna cosa importante que contar y añadí aquel lugar a mi lista de lugares más deprimentes en los que había estado junto a las iglesias, los cuarteles y las discotecas. Lo único resplandeciente en aquella sala de espera eran los uniformes amarillos de los conductores del camión blindado. Y decidí, os juro que fue así de simple, que iba a darle un disgusto a Ali Baba.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Jracias amijo. Aunque se trataba de un tubo de acero!!! Por todo lo demás...que recuerdos!!!

A. Doinel dijo...

Y tú eres el maldito genio de la lámpara maravillosa de los relatos.
No sabes cómo te envidio, pero no es envidia sana, no, más bien es envidia con sarna, cabrón.
Deberíamos quedar el viernes

Anónimo dijo...

Guau!!! me parece conocido... ja ja... es grandioso y mi mail espera latente más... siempre más... no me gusta la lectura restringida :)

Cariños y abrazos


Lilo (ex)

PS: Bien yo ya no formo parte de este mundo... pero puedo seguir comentando, no???

From Hell dijo...

joder, sabes que eres bueno. Ya te lo hemos dicho muchas veces; el amigo tomtraubert, yo y mucha otra gente. Esto no es un relato, es una primera parte de una gran novela. te envidio, no de manera sana, sino te envidio simplemente. Si tuviera pasta sabes que te publicaria sin dudarlo. Lo mejor que he leído en los últimos años... sin coñas. Publica ya... joder...
abrazos
suso

Ra dijo...

No va a ser la mía la que sea sana... ;D

Qué grande, Bandini. Chapeau.

Anónimo dijo...

Hace rato ya que dejamos que el abandono nos invadiera...
Hoy sólo vine a decir GOOD BYE!!!

Mil besos y abrazos... por todo lo que me queda de vida...

Un placer haber conocido este lugar y a Ud. Sr. Bandini... Un gusto haber saboreado sus letras y lo diestro de su pluma...

Con admiración y cariños.

Lilo

From Hell dijo...

Acaba de leer el relato otra vez. Me parece incluso mejor sin el factor sorpresa. Grande
Suso

Unknown dijo...

poco que añadir a los comentarios de tus envidiosos compadres....

solo una pregunta:

¿cuanto nos va a costar saber como continua la vida de este ladrón en potencia?
bueno por el mismo precio otra:
¿embo, mata al protagonista al final y se queda con todo?

saludos bandini.....
a ver si os veo el viernes...

From Hell dijo...

envidia me dais los tres si salís por ahí...