26.12.11

DIARIO DE UN ESTRESADO 4º ENTRADA

Si coges la nota de un suicida y cambias el orden de las palabras, puedes escribir una carta de amor.
T. WAITS

5.12.11

SOCRATES



Futbolista y marxista.Te recordaremos siempre por ambas cosas

7.11.11

STEP TO STEP



A veces me espanta, a veces lo espanto.

4.11.11

DIARIO DE UN ESTRESADO 2ª ENTREGA



es una puerta muy estrecha, incluso una simple rendija. pero si hago un esfuerzo puedo pasar a través de ella y salir.

28.10.11

DIARIO DE UN ESTRESADO 1ª ENTREGA




Lo primero son los cambios de humor, las prisas por llegar a ninguna parte......

UNA FORMA DE DECIRLO: yo estaba tranquilamente pelando patatas y, sin darme cuenta, me corte las venas.

15.9.11

CÚRAME

Cúrame. Aunque sólo sea un rato,
haz un milagro con lo que quede del viejo sortilegio,
un milagro a los postres, un remiendo que dure un día entero.
He vuelto. Cúrame. Aunque sólo sea un rato.

4.6.11

ACB



gracias equipo¡

12.5.11

TIFÓN



El capitán Mc Whirr había navegado sobre la superficie de los mares, como algunos hombres pasan superficialmente por los años de su existencia, hasta hundirse suavemente en una plácida tumba, ignorantes de la vida hasta el final; sin jamás haberse visto obligados a fijarse en toda la perfidia, la violencia y el terror que puede albergar. En tierra y mar hay hombres así, afortunados o despreciados por el destino y el mar.

JOSEPH CONRAD

13.4.11

DIOS BENDIGA A HARRY. TODOS ESTAMOS CONTIGO.

La primavera estalló como una bomba atómica. Miles de dientes de león cruzaban el estado de punta a cabo sobre nuestras cabezas. El silencio de las segadoras después del trabajo y el estruendo de los grillos eran una misma cosa.
Por las noches las sábanas se pegaban a los cuerpos y los durmientes se las desenroscaban tal y como los reptiles mudan la piel. La tierra apenas tenía tiempo de liberarse del calor acumulado antes del nuevo sol. Las tablas del porche crujían como los barcos en la tempestad. Algunas luces permanecían encendidas hasta altas horas de la madrugada y las ventanas abiertas. Las mosquiteras atrapaban todo tipo de pasajeros del aire. El ganado respiraba pesadamente a las puertas del matadero.

A las primeras luces del día el joven Kurt Makenzing con la caña de pescar y el copo a las espaldas se echa a pedalear hacía el río con la intención de pasar allí toda la jornada. En un cesto sobre el manillar humean un par de empanadillas de membrillo. Apoya la bicicleta en un árbol de la orilla en el que se oculta una colmena. Enseguida merodean por decenas las abejas sobre la cesta de mimbre.
El bullicio se despereza pausadamente en la calle principal al mismo tiempo que las vidas en los interiores. Se abotonan camisas. Se apuran vasos de leche tibia. Se miran rostros al espejo de frente y de perfil después del desayuno.
Uno de ellos es el de la pequeña Elisabeth Oleson hija del carpintero Brad Scott Oleson y Wanda Tirleain. Su cara redonda y sus ojos azules le parecen tan nuevos y hermosos que en un arrebato se besa como se besan los amantes. Deja impresa en el cristal una dulce sonrisa de chocolate.
El perro del alcalde tiene una calva en el lomo cerca del cuello. Se la provocó la anciana Debora Klein con un balde de agua hirviendo para quitarle la costumbre de ir a cagarse a su jardín. Desde aquella mañana pasa la mayor parte del día holgazaneando a la sombra.
A la anciana Debora Klein le gusta levantarse temprano y ordenar sobre el orden del día anterior. Es viuda de guerra y antes que su propia cara cada mañana limpia el impoluto retrato que la observa colgado de la pared del salón. Es el rostro patriótico de su marido-soldado sonriente y perennemente joven. La anciana posee la mayor biblioteca del pueblo y aunque pasa el día entre letras apenas gasta unas palabras con nadie. Desayuna tostadas de mermelada de fresa y miel previamente untadas en manteca pura. Siempre que el panadero llama a su puerta ella le da unas monedas de propina.
El panadero se llama John Karlan y es un joven hermoso como el verano. De niño John se cayó al pozo y su padre tardó más de lo que quisiera en poder rescatarlo. Ahora el hermoso joven se olvida con facilidad de las cosas y tiende a arrastrar su píe izquierdo cuando camina tirando del caballo entre puerta y puerta. Cuando el padre de John se echó al pozo no pensaba en nada pero cuando sacó a su hijo empapado e inerte lo elevó hacia el cielo y recitando salmos esperó pacientemente a que un soplo divino lo devolviera. Desde entonces el joven Karlan cojea siempre con un trozo de papel en su bolsillo. Salmos 6:2. Ten misericordia de mí oh Jehová porque estoy enfermo. Sáname oh Jehová porque mis huesos se estremecen.
Brad Scott Oleson contempla el bies de una tabla de roble que sostiene desde su pupila izquierda hasta su índice a modo de fusil. Sopla la viruta fina de su mesa de trabajo y se cubre el pecho con un delantal de cuero. En el haz de luz que ilumina el taller como un potente sol particular flotan infinitas motas de polvo y piel. Por delante de la puerta de su carpintería atraviesa un animal herido.
El coro parroquial de la única iglesia del pueblo comienza a ensayar para la fiesta de Harry. La voz principal es una joven rubia y obesa cuya transpiración en visible al poco de comenzar. La joven lo probó todo si éxito y en sus momentos de debilidad sueña con fugarse para siempre del condado. Luego se entristece todavía más segura de que nadie la echaría en falta. Daniele Ruito dirige el coro desde hace más de 20 años. En todo ese tiempo no había tenido un voz tan prodigiosa y dócil como la de la joven obesa. En ocasiones con la excusa de mejorar pide repetir alguna pieza para poder gozar de la modulación y el timbre de su voz en alguna estrofa determinada. Es un placer privado que le hace sentirse más poderoso que afortunado. El director de coro está secretamente enamorado de su primera voz y en sus momentos de debilidad sueña con decírselo. Luego se entristece profundamente al comprobar que jamás tendrá el valor necesario.

Cuando el bullicio es ya la música de fondo del día abierto en canal. El ruido del eje gravitacional del pueblo girando sobre sí mismo. Mientras los pasos de las gentes convergen o divergen ruda o delicadamente por las esquinas los rincones los pasillos y las avenidas Harry todavía no se siente especial. Hoy es su último día de permiso y el pueblo prepara en su honor un baile. Todos se sienten orgullosos de que un joven de la localidad los represente en el frente. Y felices.
Harry es desgarbado y se inclina ligeramente hacia delante. Camina con los pies hacia fuera como si quisiera dividirse por la mitad. Fue un buen alumno y es un buen hijo. Ahora está prometido con la hija menor de la farmacéutica. Todos creen que es un buen soldado menos él. El teme morir de un disparo certero caer sobre el barro sucio y ser un cadáver más devorado por las ratas. Cuando pasa por delante de la oficina de correos un hombre bajito de barba espesa lo saluda con la mano en la frente y se cuadra ante él militarmente. Un par de horas más tarde ese mismo hombre dará los últimos retoques al palco donde por la noche la orquesta agasajará a Harry con sus baladas. Después de saludar a Harry el barbudo se irá a comer a la fonda el menú del día mientras un viento calido levanta el polvo amarillo de la plaza mayor. Bajo la nube de polvo el pueblo desaparece por unas horas de la geografía. Las gentes se recogen a comer a salvo de la arena y el calor. Los hombres no tienen prisa por volver al trabajo y alargan la sobremesa. Las mujeres se afanan preparando sus mejores galas. La arena se ira por los desagües como una culebra húmeda cuando las sombras de los edificios se acuesten sobre las calles.

Harry sentado en el porche trasero escucha afinar a un trompetista. Hay un ruido de chismes y de voces y de gente rozándose. El aire se desplaza por los pastos empujado por el ganado que lucha desesperadamente contra los mosquitos. Los girasoles se miran los pies lánguidamente mientras una suave brisa casi imperceptible o quizá el ruido del mundo los mece como a un mar amarillo. Por encima de las cabezas comienza lentamente a caer la noche. La noche es como el mar. Profunda y con orillas.

En el ojo del remolino de danzantes Harry y Elsa agarrados giran sobre sí mismos desprendiendo olor a campo almidón y pulcritud. A su lado una pareja de ancianos. A su lado un trenecito de niños. Harry y Elsa son el centro en torno al cual orbita la masa informe de danzantes. Las mujeres recogen del suelo las faldas de sus vestidos con gesto elegante. Los hombres corrompidos por el campo entierran torpemente sus zapatos en la música. Algunos insectos se posan sobre las bombillas y las guirnaldas. Luz tenue sobre los hombres y sobre las mujeres que bailan y ríen como un tul apenas perceptible y que cae abatida al suelo caliente y oscura. Algunos insectos se posan en los pensamientos de Harry. Sus vecinos escuchan el aletear de esos pensamientos que tratan de huir de la tela de araña. El pueblo se atornilla cada quien sobre cada cual. Lentamente se desgrana la noche como una espiga madura. Cesa la música al final del protocolo. El silencio profundo se convierte en un ruido. Los grillos le cantan al universo la canción de la tierra. El reglón final del párrafo.

Por la mañana Harry sentado solo en la última fila observa los restos del baile que se lleva el viento. El polvo oculta los neumáticos y la matricula del autobús que emprende la marcha. Sobre la plaza todavía cuelga un gran cartel artesanal. DIOS BENDIGA A HARRY. TODOS ESTAMOS CONTIGO.


Dedicado a Sherwood Anderson por Winnesburg, Ohio.

30.3.11

RESCATE



Me preguntan; ¿Javi por qué no escribes poemas?. Y yo les digo la verdad, "para escribir poemas hay que sentirse poeta y para sentirse poeta, hay que vivir como un poeta. Yo me he ido convirtiendo poco a poco en un vulgar obrero y un gris padre de familia".
¿Alguien interesado/a en pagar el rescate?.

Salud y república

23.3.11

FUKUSHIMA




Creo que ya va siendo hora de que alguien obligue a TEPCO a enterrar bajo hormigón toda esa mierda de una puta vez.

9.2.11

POESÍA ERES TÚ

Wislawa Szymborska está en su casa, pero pide permiso para fumar. "Una vez", cuenta, "recibí una carta de varias páginas en la que una mujer me pedía que dejara de fumar. Me hubiera gustado responderle: he ido a tantos entierros de gente que nunca había fumado y que era más joven que yo... Me limité a decirle que le agradecía que se preocupara por mí". Szymborska nació hace 86 años en Kórnik, cerca de Poznan, al oeste de Polonia. Ahora vive en un bloque descolorido sin ascensor -una especie de vivienda de protección oficial- en un suburbio de Cracovia, la ciudad de la que no se ha movido desde que su familia emigró allí cuando ella tenía ocho años, en 1931.La memoria, de hecho, está muy presente en su último libro de poemas, Aquí (Bartleby), publicado en Polonia este mismo año. Su aparición en España coincide con la primera traducción de su prosa, Lecturas no obligatorias (Alfabia), una selección de las vibrantes notas que durante años publicó en una particular sección de los periódicos. Allí, y en un par de folios, comentó a Jüng y a Montaigne, pero también libros de jardinería, pájaros y decoración. El resultado es pura chispa. Así, del Poema del Cid dice: "Fue escrito por un Balzac medieval. La guerra es para él, ante todo, una empresa financiera. Dado que la guerra es costosa, ésta debe ser rentable. La cabeza del caballero, hasta que alguien se la corta, estaba siempre llena de cálculos". Y al comentar un manual de ideogramas chinos apunta: "Esposa es una mujer y una escoba; amante, una mujer y una flauta. Desconozco la existencia de un signo que represente el ideal al que nos conducen todas las revistas europeas para mujeres: la fusión de la escoba y la flauta".
Cuando Szymborska ganó el Premio Nobel en 1996 no había más que un puñado de poemas suyos traducidos al español en una antología colectiva. Hoy lo está toda su poesía. No hace tanto, además, tuvo su minuto en las crónicas políticas. Fue el día que Patxi López leyó su poema Nada dos veces en su toma de posesión como lehendakari.
Son las 11 de la mañana y en una mesa hay café, galletas y chocolatinas. Ella añade una botella de coñac que abre para la ocasión. Antes de servirse una copa, sirve a los demás: Abel Murcia, traductor de sus libros al español, director del Instituto Cervantes de Cracovia e intérprete durante la charla; el fotógrafo, venido desde Varsovia, y el periodista. Mientras dura el primer café está también Michal Rusinek, secretario de Szymborska y escritor y traductor él mismo. "Michal, con todo lo que escribe y el montón de temas que lleva, dentro de poco necesitará usted una secretaria. Tal vez podría contratarme", bromea la escritora. Él contesta arqueando las cejas: "No sé si me convence".
Rusinek es quien lidia con los mil compromisos que acechan a la poeta desde el Nobel. "¿Que si el premio me cambió la vida? Y tanto. Para bien y para mal. Para bien, porque multiplicó el número de cartas que me envían, de paquetes con libros, de invitaciones, de propuestas y de preguntas a las que hay que responder en las entrevistas". Y socarrona, añade: "Para mal, porque multiplicó el número de cartas que me envían, de paquetes con libros, de invitaciones, de propuestas y de preguntas a las que hay que responder en las entrevistas. A las invitaciones para viajar a otros países siempre respondo lo mismo: cuando sea más joven".
Días antes de la cita, Wislawa Szymborska había pedido la lista de temas sobre los que tendría que hablar en Cracovia. Una vez allí aclara el porqué: "Aunque luego hablemos de lo que sea, así al menos puedo pensar y decirle a usted algo coherente. No crea que soy brillante. Hay preguntas para las que no tengo respuesta". No le gustan las fotos, así es que trata de distraer al fotógrafo cuanto puede: "Si hubiera venido hace 30 años... con esa cámara tan aparatosa me sacará todas las arrugas, ¿verdad? ¿No podría retocarlas un poco, como hacen con Sharon Stone?". Al cabo de unos minutos vuelve al ataque: "¿Es usted tan alto porque no fuma? ¿Hizo el servicio militar? Descanse un poco, deje la cámara y tome otro coñac".
Café, coñac, chocolatinas. Parece un buen momento para hablar de la muerte. Sobre la muerte sin exagerar, como dice uno de sus poemas más célebres, escrito con esa mezcla de emoción e ironía -poesía sin lirismos de manual- que sorprendió al mundo cuando su obra fue distinguida por la Academia sueca. En Aquí, Szymborska dice que hay temas sobre los que debe escribir sin demorarse mucho porque "el tiempo apremia".
PREGUNTA. ¿Al escribir este libro pensaba en la muerte?
RESPUESTA. Para mí la vida es una aventura con fecha de caducidad. Cuando estaba en la escuela murió una profesora y tuve conciencia de la muerte como algo natural. Con 86 años pienso igual que con 8.
P. ¿Y eso influye cuando escribe?
R. Yo no escribo sobre la muerte. Es una de las cosas más fáciles de hacer en poesía. Y no es verdad que tenga un poder ilimitado. No consigue todo lo que quiere y cuando quiere. Es cierto que hay poemas buenísimos sobre la muerte, pero en general es fácil porque despierta sentimientos y emociones fáciles, la ternura y todo eso.
P. ¿El amor también es un tema facilón?
R. Ah, ése ya no es tan fácil. Y lo más difícil es el erotismo, que de hecho se ha tocado muy poco en poesía. Nunca he leído un poema que sea capaz de trasladar lo que sucede entre dos personas. Hablo del erotismo puro, no del amor como sentimiento, que sí es más fácil de expresar.
P. Hay más literatura en los amores difíciles.
R. Tal vez, pero yo he tenido la gran suerte de vivir algunos amores, y mis recuerdos son muy felices. Pero no hablemos de mí, que todo eso ya está en los poemas.
P. ¿Hay palabras que trata de evitar especialmente cuando escribe?
R. Las arcaicas y las grandilocuentes. Pero hay palabras que utilizo raramente y con ciertas dudas. Cuando intento describir algo como "bello", por ejemplo. La belleza es una idea relativa, que depende de la tradición y de las costumbres, y sobre todo de los gustos personales, que el lector puede no compartir. Para mí, las catedrales románicas son más bonitas que las góticas, la cerámica más bonita que la más refinada de las porcelanas y la muñeca de trapo con la que en mi infancia podía hablar de cualquier cosa, mil veces más bonita que esa horrorosa Barbie. Porque, a ver, ¿sobre qué se puede hablar con una de esas Barbies? Bueno, a lo mejor de trapitos y esmalte para las uñas.
P. Sus poemas hablan de los grandes temas, pero parecen huir de las abstracciones.
R. Cualquier poema bueno se convierte de alguna manera en algo abstracto. Pero siempre tiene que ver con la realidad, con la vida del poeta o con la vida de otros. Las cosas bellas tienen también algo de metafísicas... No le veo muy de acuerdo.
P. Me refería a que en el poema
Metafísica habla usted de los fideos con tocino.
R. Es que todo termina siendo metafísico. Pero más que por los grandes temas, la poesía se salva por los pequeños detalles. Hay poemas antiguos que han pervivido gracias a un solo detalle. Pero me temo que estoy generalizando... sobre los detalles [se ríe].
P. ¿El humor le sirve para escribir sin vergüenza sobre temas más serios?
R. Es mi forma de ser. Desde niña he tenido tendencia a darle vueltas a un asunto y a buscarle la parte cómica. Hay cuestiones, sin embargo, que ni me hacen gracia, ni me han hecho nunca gracia, ni me la harán: el odio, la violencia, la estupidez agresiva.
P. ¿De niña leía poesía?
R. No. En mi casa había sólo dos libros de poemas del siglo XIX. Y tampoco los leía. Siempre quise escribir novelas gordas. Al principio creía que si alguien aspiraba al título de escritor tenía que ser autor de novelas de varios tomos y cientos de páginas. No pasé de relatos mediocres. Un día escribí un poema, horroroso, y se lo pasé a la gente que trabajaba conmigo en el periódico. Me preguntaron: ¿pero tú qué lees? Resultó que no conocía los poetas contemporáneos. Había leído mucha narrativa, a Thomas Mann, a Proust, a Dostoievski, pero de poesía, ni idea. Me tuve que formar un poco.
P. ¿Aprendió algo como poeta escribiendo sus
Lecturas no obligatorias?
R. Mis Lecturas no obligatorias no son realmente prosa seria. Son una especie de artículos, a veces serios, a veces divertidos, en ocasiones incluso parecidos a mi poesía. Aunque, como le dije, empecé escribiendo relatos. Pero eso fue justo después de la guerra.
P. ¿Cómo recuerda la guerra?
R. Lo mejor que puedo decir es que sobreviví. Recuerdo el hambre, el frío. Tuve que trabajar haciendo zanjas en la calle. Mi padre fue inteligente: mucha gente huyó de Cracovia y se fue a Lvov, en la actual Ucrania, y pasaron a formar parte de la ocupación soviética. Sobreviví, sí. Pero hubo gente que murió. Mi primó cayó en el levantamiento de Varsovia.
P. ¿Qué función cumple la poesía ante la crueldad del mundo?
R. El mundo es cruel, pero merece también otros calificativos más compasivos. Si únicamente fuera cruel, la gente hace mucho tiempo que no estaría aquí. Habría aquí y allá algunos escombros y crecerían algunas plantas. Plantas anónimas, porque no habría nadie que les diera nombre.
P. ¿Qué piensa de la idea de Adorno de que no se puede escribir poesía después de Auschwitz? Supongo que para una escritora polaca que vive a 70 kilómetros de ese campo de concentración la frase tiene un significado especial.
R. Adorno no tenía razón, y eso lo pudo comprobar personalmente, porque vivió todavía más de veinte años después de terminar la guerra. En ese tiempo hubo poetas nada desdeñables que escribieron poemas nada desdeñables. Si ese trabajo hubiera carecido de sentido, ¿para qué habría servido?
P. ¿Y puede un poeta escribir sobre la historia?
R. Aunque su deseo de no escribir sobre ella fuera muy grande, es imposible evitarlo. Hay poetas para los que la historia es una fuente directa de inspiración. Para mí los mejores en ese aspecto son Cavafis y Zbigniew Herbert. Pero incluso la poesía que carece de cualquier referente histórico se inscribe para siempre en la historia, ya que utiliza un lenguaje que determina de forma exacta dónde y cuándo nace. La poesía supratemporal es una ilusión idiota.
P. ¿La política está destrozando el lenguaje?
R. Siempre lo ha destrozado. El lenguaje de los políticos suele servir para ocultar y no para expresar pensamientos. Pero a algunos políticos no intentaría yo convencerlos de que fueran sinceros: podría darse el caso de que no hubiese nada que ocultar.
P. ¿Recuerda el día en que cayó el muro de Berlín?
R. Estaba en Cracovia y fue un momento maravilloso. Aquéllos fueron unos tiempos inolvidables. La gente de Solidaridad era maravillosa. Luego eso cambió y empezaron a surgir cosas desagradables, pero entonces eran jóvenes y bellos. Estábamos todos eufóricos
... Bueno, ahora pregunto yo: ¿Está usted casado? ¿Tiene hijos? ¿De qué parte de España es?
P. ¿Es verdad que estudió español?
R. Claro. Iba a clase con un profesor que tengo la impresión de que se aprendía de memoria lo que iba a decir porque no sabía mucho. En una época en la que entendía algo me empeñaba en leer a Cervantes con diccionario. Ya sólo recuerdo algunas frases: ¡hasta la vista! Me parece una lengua muy bonita. Un latín bellamente estropeado.
P. ¿Ahora qué lee?
R. Siempre he leído poca poesía. Nunca he sido capaz de leer un libro de poesía desde el principio hasta el final. Y hablo de los buenos. Lo que hago es leer un poema y dejarlo. Luego retomo el libro, y así. Como se puede imaginar, a veces quedo fatal con gente que me ha mandado sus libros porque tardo un año en contestarles con mi opinión, pero ésa es mi forma de leer.
P. ¿Y escribe?
R. Como tengo poco talento, necesito un silencio de varios días: sin llamadas, sin visitas. Conozco pintores que pueden trabajar mientras llevan una conversación. En poesía eso es absolutamente imposible. Pensé que cuando pasara el Nobel el trajín se reduciría, pero no.
P. ¿Y sus
collages?
R. Me inventé esas postales precisamente para que todo el mundo reciba algo personal sin que yo tenga que escribir. ¿Ya hemos terminado?
P. Creo que sí.
R. No se vaya sin terminarse la copa. Por cierto, no me ha preguntado por el feminismo. Es que siempre me preguntan si soy feminista o no.
P. ¿Es usted feminista?
R. Yo me niego a tener ninguna etiqueta, pero en Polonia las feministas tienen muchísima razón y muchas cosas por las que luchar: por los sueldos, por derechos que tienen que ver con su cuerpo, porque todavía hay resortes reaccionarios en la Iglesia... Sueño con el momento en que las feministas no sean necesarias.
P. ¿Ha cambiado Polonia con la entrada en la Unión Europea?
R. Ha pasado hace tan poco que es demasiado pronto para valorarlo. Hay problemas, claro está, porque incluso en países más desarrollados que el nuestro los hay. Aquí tenemos problemas con la Iglesia, precisamente, que ya no sigue el paso del desarrollo de la ciencia y de la democratización de la sociedad. Para mí el día en que Polonia entró en la Unión Europea fue un día feliz. Estaba sola en casa y no tenía con quién brindar por el futuro. Pero me serví una copa de coñac y pasé por delante de todas las fotografías de los seres queridos que tengo en casa, y que no llegaron a ver este día.
Wislawa Szymborska. Aquí. Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano. Bartleby. Madrid, 2009. 72 páginas. 15 euros. Lecturas no obligatorias. Traducción de Manel Bellmunt Serrano. Alfabia. Barcelona, 2009. 254 páginas. 22 euros.

FUENTE: EL PAIS.